El componente emocional de la mente humana es uno de los más importantes para comprender cómo pensamos y sentimos, así como para saber cómo adaptarnos a los retos que nos plantea el día a día.
¿Cómo te sientes? Muchas veces, respondemos con un “bien” o “mal” o incluso he llegado a escuchar “normal”. Realmente no hay emociones buenas y malas porque la vida tampoco es blanca o negra. Las emociones nos ayudan a dar color a las cosas.
Es imposible sentirse feliz todo el rato. Darse cuenta, pararse a pensar cómo nos sentimos es fundamental para conocerse, entenderse y «saber qué hacer» con ello.
La palabra «Emoción» viene del latín e-motio que significa “mover hacia”, lo cual ya nos indica cómo las emociones tienen una función: nos avisan de que tenemos que movernos hacia algo o hacer algo concreto. Tenemos que saber qué estamos sintiendo para saber qué hacer. De la misma forma que si me he roto un hueso voy al traumatólogo o si me duele la muela, voy al odontólogo, si siento rabia, tristeza o frustración tendré que hacer cosas diferentes. Cada emoción tiene su función.
Muchos problemas psicológicos tienen su origen y/o se mantienen por negar una emoción que se está sintiendo. Es como tener ganas de estornudar, vomitar o toser y uno se lo aguanta. El cuerpo nos pide hacer algo y se lo negamos.
Te has preguntado alguna vez qué es lo que ocurre cuando te niegas a sentir lo que sientes “porque no es lo correcto”, “porque es malo”, “porque es de débiles” o peor aún, cuando le dices a otros que no deben sentirse así, “que no es para tanto” o que “ya está” (aunque se lo digamos con la mejor de las intenciones). Al final te sientes peor, incluso llegas a somatizar, se deterioran las relaciones con los demás y el malestar se va acumulando y cada vez puede que no nos reconozcamos y entendamos menos. Sentir lo que sentimos está bien, lo que hay que darse cuenta después es qué me quiere decir esa emoción, qué puedo hacer con ella.
Por desgracia, vivimos en una sociedad que considera a las emociones irracionales y son prácticamente enemigas de la razón. Eso lleva a muchas personas a despreciar esa faceta afectiva de uno mismo, considerándola un obstáculo que nos lo pone difícil cuanto intentamos alcanzar nuestras metas y mejorar como personas. Pero lo cierto es que las emociones forman parte de nosotros y tienen una función adaptativa importante, por lo que hay que aprender a aceptarlas y llevarse con ellas lo mejor posible. De hecho, si logramos potenciar la gestión de las emociones, lograremos que éstas trabajen en favor de nuestros intereses y valores, y no en contra de ellos.
Durante años y años se ha dado una importancia total, casi exagerada, a la inteligencia en cuanto a aptitudes mentales y al Cociente Intelectual. Afortunadamente en los últimos años el concepto de gestión emocional ha ido ganando terreno con el auge de la inteligencia emocional. Esto es porque la gestión emocional es absolutamente fundamental para sentirnos bien con nosotros mismos, para tener unas relaciones interpersonales más sanas y enriquecedoras e influye de una forma fundamental en el rendimiento de en distintos ámbitos, como el laboral, deportivo o académico.
Para ayudarte en tu gestión emocional es bueno empezar por pararse a pensar en cómo te estás sintiendo en esa situación concreta que te está afectando/molestando y ponerle nombre. Y para ayudarte en esta labor de etiquetado emocional te dejo aquí el recurso de la Rueda de las Emociones.
«No hay salud, sin salud mental, y no hay una verdadera inteligencia, sin inteligencia emocional»
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